viernes, 25 de abril de 2008

¿Es posible la democracia cuando hay desigualdad y pobreza?: La duda en América Latina

“La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo”
Montesquieu

Desde principios de la década de 1980, con la caída de muchas dictaduras militares en Latinoamérica, y con las reformas de los Estados, los países de la región atravesaron por un periodo de introducción de la democracia en la vida política, pero sobre todo, en la electoral. Lamentablemente, esta democracia no vino acompañada de un proceso democratizador en la sociedad, se limitó a ser una forma de gobierno, pero no una forma de vida, y es que en ese mismo periodo, la pobreza iba en aumento, las clases medias perdían poder adquisitivo, y los marginados entraban al rango de pobreza extrema, lo que iba acompañado de la creciente criminalidad.

La desigualdad causada por la exclusión de grandes grupos de la población se hizo todavía más patente en la década de 1990, y es que la democracia trajo nuevas reglas del juego pero permitió conservar a los viejos actores y elites en el poder. La antigua consigna de crecer para después distribuir resultó ser falsa, o cuando menos, lejana a las necesidades de la sociedad, el esperar a que la derrama economía afectara positivamente la vida de los latinoamericanos no hizo más que evidenciar la gran paciencia de los pueblos, y la ineficiencia de los gobernantes.

Las reformas políticas en la región que caminaron con las reformas económicas nunca entrelazaron sus caminos, llevaban procesos paralelos pero a la vez ajenos.

Si bien, en años recientes, el número de pobres extremos ha venido reduciéndose a medida que avanza el siglo XXI, la brecha entre pobres y ricos se ha disparado sin precedentes, confirmando una vez más que la débil y endeble democracia latinoamericana no ha podido prescindir de la desigualdad.

Los reclamos ante la maltrecha realidad, que aún cuando es invisible para los gobernantes no resulta igual para el resto, lastiman la enclenque gobernabilidad al interior de los Estados, y es que se vuelve prácticamente imposible gobernar cuando no existe una confianza en el sistema ni en las instituciones que lo acompañan. El individuo común quiere cada vez más dejar de ser percibido como un votante y más como un ciudadano, y por ello exige mayores y mejores resultados.
En el contexto actual, América Latina se encuentra en un periodo de transición, por una parte ya no contiene en su esencia esas viejas prácticas autoritarias, pero tampoco, por la otra, cuenta con fuertes condiciones democráticas, lo que provoca el constante cuestionamiento que pone en duda la democracia ante los lentos progresos que se han conseguido, y el todavía largo camino que necesita por recorrer.


Fuentes de información:

Bibliografía: Kliksberg, Bernardo. “¿Cómo enfrentar los déficit sociales de América Latina?”, en Sosnosky, Saúl y Patiño, Roxana (compiladores). Una cultura para la democracia en América Latina, Ed. FCE, México, 1999. pp. 44-68.

Hemerografía: Lagos, Martha. “Las razones de la ingobernabilidad. Unas palabras en defensa de los pueblos”, en Foreign Affairs en español, México, ITAM, vol. 5, núm. 4, octubre- diciembre de 2005, pp. 15-34.

Caputo, Dante. “Una agenda para la sustentabilidad de la democracia. A un año de la presentación del Informe del PNUD”, en Foreign Affairs en español, México, ITAM, vol. 5, núm. 4, octubre- diciembre de 2005, pp. 35-48.
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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "¿Es posible la democracia cuando hay desigualdad y pobreza?: La duda en América Latina", en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 25 de abril de 2008.


viernes, 18 de abril de 2008

Reforma energética en México: la muerte de los dogmas

“Un verdadero liberal se distingue no tanto por lo que defiende sino por el talante con que lo defiende: la tolerancia antidogmática, la búsqueda del consenso, el diálogo como esencia democrática”
Bertrand Arthur William

En los días recientes al interior de México la situación política y social se ha visto sacudida por diversas convulsiones, todas ellas en torno a la mal llamada reforma energética (en su defecto es una reforma petrolera, o peor aún, a PEMEX, pero no energética, ya que no contempla otra fuentes de energía, ¡lamentablemente!).

El Frente Amplio Progresista (FAP), integrado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Convergencia (PC) tomó la tribuna en el Congreso de la Unión para evitar que se aprobará dicha iniciativa enviada por el ejecutivo nacional (Felipe Calderón), el pretexto dado: se toma la tribuna porque se prevé un albazo legislativo, es decir, la aprobación inmediata y sin discusión a la reforma. Lo lamentable, es que el pretexto no es legítimo en su propia esencia, construir acciones con base en suposiciones no es siempre lo más adecuado, haciendo una analogía indimensionada pero no por ello irreal: ¿qué acaso no se ocupó como pretexto para invadir a Irak el hecho de que se suponía un ataque a Estados Unidos?.

La opinión pública está en su mayoría contra la toma de la tribuna, según lo expresan las diversas encuestas, y es que los métodos de censurar una plataforma de discusión no deberían ser un elemento presente en las democracias, es quizá por ello que la actuación del Frente Amplio Progresista no ha sido bien recibida por la sociedad. Sería mucho más legítimo esperar a que la reforma avanzará en el Congreso, y esperar a que se comprobará la intención del Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Institucional (PRI) para lograr un albazo legislativo, para justificar de forma más efectiva la toma de la tribuna. En vez de eso, el FAP paraliza la reforma y convoca a un debate nacional, que hasta la fecha no a ocurrido, y que no parece ocurrirá.

Una de las opciones que algunos políticos y analistas han planteado para incluir a la sociedad en la discusión es convocar a un referéndum o quizá a un plebiscito, que no esta contemplado aún en la legislación federal, y del cual no se tiene una experiencia previa. El problema de fondo es muy grande: ¿Cómo se puede plantear el tema a la población?, que tipo de preguntas se harían si se ha reducido la discusión a la dicotomía privatizar o no, ya me imaginó la interrogación central –¿Se debe privatizar PEMEX o permanecer como una empresa paraestatal?- como si esta fuera la solución. En Europa, cuando se convoca a un referéndum, existen debates previos, la sociedad participa activamente y se populariza el análisis del tema, más no ocurre como ha pasado en la Ciudad de México, donde se llevó a cabo un plebiscito con el objetivo de atender temas locales, en el cual las preguntas o eran muy técnicas, o carecían de un mayor argumento además del hecho de que no hubo una discusión social previa (por ejemplo, se preguntó si todos debían circular los sábados, pero de que sirve decir si o no, si no hay una sustentación de la interrogante, no circular pero ¿a costa de una mejora en el sistema de transporte público?, porque se pregunta por dónde debe pasar el la línea del Metrobús, cada quien lo dirá de acuerdo a su conveniencia, más no en un análisis de por donde es más viable y eficaz que pase), en cima de ello, se ocupan los resultados para tomar decisiones políticas en muchos casos. Si el plebiscito nacional sería parecido lo mejor será olvidarlo, ya que la mayoría de la población desconocemos los aspectos más técnicos de la reforma, o peor aún, sobre el tema en general. Ahora, esto no quiere decir que por ello la sociedad no deba participar, tenemos que hacerlo, pero para esto están nuestros legisladores, exijamos que nos representen, que verdaderamente reflejen en la tribuna lo que queremos, y no lo que convenga a sus intereses partidarios, busquemos canales más efectivos, y no permanezcamos enfrascados en el juego de las fuerzas políticas.

No quisiera entrar en el debate de si la propuesta del ejecutivo es la más viable o no, y cuales son sus principales carencias, ya que aún se desconocen muchos detalles de lo planteado, y carezco de la información y los elementos precisos para analizarla, pero me gustaría cuestionar los dogmas en torno a esta reforma:

-Una cuestión shakespeariana, Privatizar o no privatizar Petróleos Mexicanos, he ahí el dilema: Considero que reducir el debate a esta cuestión resulta absurdo, por el hecho de que no se plantea en la reforma el hecho de privatizarla, y si bien se dice por parte de la oposición que es el camino a la privatización, no podemos orientar la toma de decisiones con base en sólo esta dicotomía.

-Sentimiento y no argumentos: Si se le pregunta a cualquier mexicano si quiere que Petróleos Mexicanos (PEMEX) se privatice, estoy seguro que la mayoría contestará que no, pero si continuamos interrogando, y preguntamos ¿porqué?, lo más seguro es que se diga que se dañaría la soberanía nacional, o que el país se vendería, pero en el fondo, esto parece más un sentimiento que un argumento, contestamos por inercia, y es que parte del viejo y aún vigente discurso del PRI se limitaba a afirmar que mantener ciertas empresas en control del Estado era asegurar la independencia nacional.

-El Desarrollo de México se condiciona a la no privatización: Se dice en el argot político que mantener a PEMEX como una paraestatal asegura una mejor calidad de vida a los mexicanos y mantiene virginal la soberanía nacional, pero ¿qué no es posible ser soberano y otorgar a los nacionales un mejor país si se sigue una clara estrategia, aunque esto implique privatizar a Petróleos Mexicanos?, la no privatización no conduce irremediablemente al desarrollo, pero tampoco esto implica que la privatización lo haga, es la manera en como respondemos a la coyuntura y adecuamos nuestras herramientas como una solución a las necesidades y problemas que tenemos lo que nos llevará a construir un país más fuerte. Creo que si se les preguntará a los mexicanos si estarían dispuestos a privatizar PEMEX a cambio de obtener un mejor nivel de vida y de garantizar la soberanía nacional la mayoría contestaría que si.

Considero que PEMEX no debe ser privatizado, en parte porque es un sector estratégico, pero esto no implica que por eso debemos reducir el debate sobre la reforma en este tema, es mejor preguntarnos: privatizar PEMEX ¿para qué?, mantenerlo como una paraestatal ¿para qué?, permitir la inversión privada o sólo hacer cambios en su administración ¿para qué?, ¿qué buscamos con esta reforma y qué proyecto de país queremos?, basta ya de dogmas y de frases prefabricadas e irrebatibles como hasta ahora lo ha hecho la clase política.
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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "Reforma energética en México: la muerte de los dogmas", en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 18 de abril de 2008.

viernes, 11 de abril de 2008

América Latina y los Estados Unidos: una historia de encuentros y desencuentros

“No existe una mejor prueba del progreso de una civilización que la del progreso de la cooperación”
John Stuart Mill

Desde finales de la década de 1980, con el fin de la Guerra Fría, la relación entre América Latina y los Estados Unidos, estaba destinada a cambiar. A lo largo de los años que van de 1945 a 1989, el eje articulador de la política exterior estadounidense hacia la zona era la lucha contra el comunismo, patente en las reuniones de la Organización de Estados Americanos. Con el fin del viejo pretexto de la intervención soviética en Latinoamérica, el sistema interamericano se relajó, y se planteó una nueva etapa de cooperación y acercamiento entre EE.UU. y la región de América Latina, lo que se que se reflejó en la frecuencia de las diversas Cumbres entre los jefes de Estado del continente, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la propuesta estadounidense para reducir el monto de la deuda de los países más pobres, y la ayuda económica a México en 1995.

Sin embargo, muy pronto, la imagen de la gigantesca potencia fue desgastándose en el subcontinente, en especial ante lo poco exitoso que el libre comercio había resultado como herramienta para el desarrollo, y al cambio de prioridades en la agenda de los Estados Unidos tras el 11 de septiembre de 2001, así como por la decepción que sufrieron los estadounidenses sobre la imagen de América Latina, al ver cuestionadas su estabilidad económica y la consolidación de la democracia.

La región, además, se ve fragmentada ante la posición que debe tomar frente a los Estados Unidos, ya que por una parte, tenemos al Norte de América Latina, integrado por México, el Caribe y Centroamérica, cada vez más dependiente del vecino del norte, integrados así, de forma funcional, y por el otro, los países andinos y sudamericanos, que poseen un mayor grado de autonomía y de margen de maniobra.

Tras el inicio de la lucha contra el terrorismo, Latinoamérica fue abandonada dentro de la política exterior primordial de los Estados Unidos, y más aún, ante la posición de México y Chile, en ese entonces miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, de impedir la invasión a Irak a toda costa, y el rechazo de la mayoría de los países de la zona ante la actuación estadounidense.
Este alejamiento del país más poderoso del mundo ha traído consecuencias para extender y mantener su poder en la zona, sobre todo ante el surgimiento de gobiernos que manejan una política antiestadounidense para legitimar su imagen, como el caso de Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, que apoyan al actual régimen cubano, o también la injerencia de otros países con gran poder como es China, que ha buscado extender su influencia en Latinoamérica.

Lo cierto es que Estados Unidos y América Latina no pueden establecer un divorcio tan abrupto, ya que existe una relación de interdependencia cada día mayor, sin embargo, la manera en que deben cooperar, y el nivel de diálogo que hay que construir, es un tema que necesita ser formulado al interior de cada país y dentro de los canales de comunicación entre los líderes latinoamericanos con el fin de tomar la decisión de que tipo de relación se busca establecer con los Estados Unidos.


Fuentes de información:

Bibliografía: Lowenthal, Abraham, “América Latina y los Estados Unidos en un mundo nuevo: perspectivas de una asociación”, en Lowenthal, Abraham y Treverton, Gregory (compiladores), América Latina en un mundo nuevo, México, Ed. FCE, 1999, pp. 281-292.

Hemerografía: Lowenthal, Abraham. “Más allá de la idea del Hemisferio Occidental”, en Foreign Affairs en español, México, ITAM, no. 1, enero-marzo de 2006, pp. 2-6.

Hakim, Peter. “¿Pierde Washington a América Latina?”, en Foreign Affairs en español, México, ITAM, no. 1, enero-marzo de 2006, pp. 7-22.
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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "América Latina y los Estados Unidos: una historia de encuentros y desencuentros", en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 11 de abril de 2008.