sábado, 22 de mayo de 2010

El sureste de Asia en los siglos XIX y XX: historia de una región incomprendida

La historia de Asia ha sido estudiada siempre en función de la de Europa, por lo que en la actualidad, existen corrientes académicas que claman por un estudio, si bien no independiente, si autónomo de los procesos europeos, esto quiere decir, que así como es cierto que la historia asiática no es reductible a la europea, también es igual de afirmativo, suponer que no esta desligada de ésta.


Los siglos XIX y XX suponen en Asia una era de cambios, que pueden enmarcarse como parte del proceso de la aceleración de la historia, lo que se refleja en los 130 años que van desde 1820 hasta 1950, y con mayor razón desde mitad del siglo XX hasta nuestros días. Este periodo marca el proceso colonial al que estuvo sujeto el continente asiático, y que dista mucho del colonialismo europeo en otras latitudes, por ejemplo: Europa intentó borrar a las sociedades originarias y a los sistemas políticos en América Latina, imponiendo su propia concepción, al tiempo que permitió el mestizaje, en cambio, en Asia la mezcla interracial fue menos común, mientras que no se intentó acabar del todo con el modelo de sociedad que para entonces dominaba en las distintas naciones asiáticas. Si bien, se impuso un sistema de reglas, sobre todo, enmarcado en los tratados desiguales, y en la administración, jamás se acabó con la sociedad tradicional, en palabras coloquiales, no hubo borrón y cuenta nueva, lo que provocó más tarde esta contradicción entre lo clásico y lo moderno como punto de debate en los movimientos nacionalistas.

De los años 1820 hasta 1890, los europeos influyeron fuertemente en Asia, puesto que se les obligó, como ya se había dicho, ha firmar tratados desiguales, a abrir sus fronteras y mercados sin restricción alguna, y a sujetarse al modelo europeo de economía, lo que convirtió a la región en un apéndice productivo de Europa, en el que cumplía en rol de exportador dentro del mercado internacional, al tiempo que carecía de un mercado interno fuerte.

De 1890 a principios del siglo XX, la situación cambio, en parte por el milagro japonés, producto de la era Meiji, conocida como la era de las luces, que creó un movimiento modernista y progresista en el marco del capitalismo, al estilo europeo, pero sin la ayuda de Europa, es decir, un proceso de desarrollo a la asiática, que provocó una transformación completa en lo social, lo político y lo económico, ya que en principio acabó con las viejas élites y reestructuró al Estado, los daimyo y los samurai perdieron viejos privilegios en aras de un mayor progreso, es decir, la revolución desde arriba, fortaleció a los zaibatsu, como la nueva burguesía nacionalista.

La revolución Meiji tuve repercusiones a nivel mundial y regional, en el primer plano recibió el reconocimiento de las viejas potencias europeas como un actor imprescindible en Asia, y por el otro lado, su nueva posición le permitió desempeñar un papel imperialista en la región.


El éxito de Japón propició un resurgimiento de los movimientos nacionalistas en Asia, que se acompañó en un descrédito de Europa, tras la crisis económica, el fin de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, y el ascenso de los Estados Unidos. Estos movimientos nacionalistas intentaron crear su propia “era de las luces”, sin embargo, la presión de las potencias europeas, y la falta de cohesión al interior, así como de voluntad de las élites, propiciaron al fracaso de dicho modelo de desarrollo.

Con la Segunda Guerra Mundial, se dio un reacomodo de fuerzas al interior de Asia, el cual se aceleró con la participación de Japón en tal conflicto, y su posterior caída a fines de 1945, que alentó a los movimientos independentistas, los que resultaron exitosos para finales de la década de los 1940 y principios de la de 1950, y que junto con la Conferencia de Bandung lograron obtener una Asia oriental independiente para 1955.

Los 130 años aquí narrados, implicaron una serie de cambios sociales, políticos y económicos, como la creación de una nueva burguesía nacional, de la cual se tienen dos visiones: la primera es que fue activa e influyente, guiando el proceso y desarrollo de los hechos, y la segunda, que fue prácticamente obsoleta y sólo un espectador más de los acontecimientos, lo cierto es, que la sociedad si logró una transformación que la llevó de lo tradicional a lo moderno, donde las nuevas élites jugarían un rol clave en la reestructuración regional.

Todo lo anterior, ha tenido una gran repercusión sobre lo que ocurre en la actualidad en Asia, y nos explica también el porque de los movimientos posteriores, como el comunismo en China, y la constante lucha entre lo europeo y lo asiático, así como también, nos sumerge al eterno debate dicotómico entre lo moderno y lo tradicional, al tiempo que nos hace preguntarnos como conducir un nuevo proceso de desarrollo a la asiática, y así cambiar la estructura de las sociedades, sin que esto implique una subordinación de lo mal llamado “oriental” frente a lo “occidental”. Debemos, por lo tanto, entender a la historia desde Asia y no desde Europa, ya que como comenta Chesneaux: “es evidente, pues, que se ha de buscar en el interior de Asia los resortes de su evolución”.


Fuentes de información:

Bibliografía: Chesneaux, Jean. Asia Oriental en los siglos XIX y XX. China, Japón, India, Sudeste asiático, Barcelona, Labor, 1969, pp. 214.

Ciberografía: Martín Alonso, Nicolás. “El fin del colonialismo en Asia”, en Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/13/RPI_022_103.pdf. Consultada en marzo de 2008.


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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "El sureste de Asia en los siglos XIX y XX: historia de una región incomprendida", en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 22 de mayo de 2010.