martes, 22 de marzo de 2011

El poder de las dictaduras en América Latina: Diario de un tirano

No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura
George Orwell

El libro El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez relata, o mejor dicho, retrata la vida de un gobierno autoritario en un país sin nombre del que sólo se sabe que se haya en el Caribe –incluso el autor se esfuerza por nombrar todos los países caribeños y antillanos para que no pueda deducirse a cual se refiere- y que es gobernado por un dictador del que nunca se conoce su nombre tampoco y que, por deducción, sabemos se apellidaba Alvarado, como su siempre amada madre Bendición Alvarado, que al morir es canonizada y convertida por su hijo en una heroína del pueblo, atribuyéndole fastuosos milagros.


El relato mezcla la fantasía y la realidad, donde abundan cosas absurdas que lo único que pretenden es remarcar lo ilógico e irracional de toda dictadura y llevar al límite cualquier metáfora posible, incluso la edad del tirano, que se sitúa entre los 107 y los 232 años de edad, y cuyo mandato se extendió por más de un siglo, comentario que pretende mostrar lo eterno que parecieran ser estos gobiernos despóticos y personales.

El dictador se convierte en un ser muy poderoso, cruel, mítico y, por supuesto, también solitario, cuyo poder le hacía capaz de detener ciclones con sus propias manos, según lo relatan lo múltiples narradores de la obra, que se sabe, son parte del pueblo, llegando a ser algunos de ellos no contemporáneos de la dictadura.


Muchas de las injusticias que se cometen en un tipo de gobierno como este se ilustran claramente, desde la desaparición de los niños gritones de la lotería, que siempre sacaban el número ganador para el presidente, hasta la venta del mar a los gringos a cambio de unos cuantos préstamos monetarios.


También se nos muestra la vida de un hombre llamado Patricio Aragonés, cuyo más grande error sería parecerse al dictador físicamente y que, al querer engañar al pueblo cobrando impuestos, es sorprendido por la guardia presidencial, que le ofrece conservar su vida a cambio de hacerse pasar por el presidente en las ceremonias oficiales, y cuyo destino sería trágico, al morir en manos de una turba, no sin antes decirle al dictador lo que en verdad pensaban de él, y de su solitaria y patética vida.

Rodrigo de Aguilar es otro personaje central, el hombre de mayor confianza de Alvarado, que firmaba los documentos oficiales y, por lo tanto, conocía todos los secretos de Estado. Acabaría traicionándole, pero a su vez, muriendo a manos del dictador, para ser servido como alimento al resto de los ministros que le secundaban.

Su poder llegaba a excesos tales, que mandaba a cambiar la hora del país por comodidad, se construía cometas a su antojo, ordenaba fusilar a quien disentía con él, y tenía hijos sietemesinos con todas la mujeres. Incluso, al preguntar Alvarado la hora, sus súbditos solo podían contestarle: las que usted diga mi general.
La obra concluye con la muerte del dictador por causas naturales, en un otoño, marcando el fin de lo que los habitantes del lugar definían como la eternidad.

Esta obra de Márquez, que fue escrita en década de 1970 no sólo nos muestra la realidad de la región en esa época, y lo que la gran mayoría de los pueblos latinoamericanos tenían que soportar, sino que también enfatiza las injusticias de un lugar olvidado en el espacio y el tiempo, de los que aún hay muchos.

“...si al fin y a cabo cuando yo me muera volverán los políticos a repartirse esta vaina como en los tiempos de los godos, ya lo verán, decía, se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para lo pobres, por supuesto, porque ésos estarán siempre tan jodidos que el día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo, ya lo verán, decía”.
El dictador Alvarado


Bibliografía: García Márquez, Gabriel. El otoño del patriarca. Ed. Diana, México 1975, 17ª impresión en marzo de 2004, pp. 297.

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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "El poder de las dictaduras en América Latina: Diario de un tirano" , en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 22 de marzo de 2011.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La política exterior mexicana de Adolfo López Mateos: Entre lo doméstico y lo internacional


Para Mauricio Reyes, existe un vínculo muy claro entre política exterior e interior, ya que la primera, como parte de las políticas públicas representa un elemento que refuerza la identidad nacional y reafirma la independencia del país frente a otras naciones. En el caso mexicano, este vínculo ha estado se ha buscado en la promoción del desarrollo económico y en la defensa de la soberanía.

El autor analiza la política exterior durante el sexenio de Adolfo López Mateos de 1958 a 1964, sin embargo, se hace un paralelismo entre ésta y los conflictos internos que vivió ese gobierno, como el movimiento ferrocarrilero de 1959, al que se tuvo que reprimir.

Pronto la sociedad empezaría a interesarse en los temas internacionales sobre todo a raíz de la Revolución cubana, lo que traería, todavía más a flote, la relación entre lo interno y la actuación hacia el exterior.

El nacionalismo se volvió el eje conductor del gobierno de López Mateos, ya que éste reactivaría la idea de la unidad y el interés nacional al interior, y a su vez, fomentaría un pretexto para reaccionar ante los Estados Unidos, tratando de evitar que interviniera en los asuntos nacionales.

Durante el periodo 1958-1964, la relación con Estados Unidos sería la más importante, y a partir de ella, se articularían nuevas estrategias en política exterior, como el hecho de buscar diversificar las relaciones comerciales y políticas en el mundo, así como enarbolar una política independiente, y en muchos casos de reacción contraria frente al vecino del norte.


Para 1962, se dio un acuerdo no escrito entre México y Estados Unidos en la práctica, que reconocía la independencia de la política exterior mexicana frente a la estadounidense, siempre y cuando no fuera contraria en temas de vital importancia para este último país.

Las relaciones mexicanas comienzan a diversificarse como parte de la ruta trazada, con lo que se crea un mayor acercamiento a los países latinoamericanos, con Indonesia e India en el plano político, así como con la República Federal Alemana y Japón en el intercambio comercial.

Finalmente, Reyes concluye con un análisis de la relación de México con Cuba tras la Revolución cubana en 1959, y es que este vínculo tuvo una enorme repercusión en la relación México- Estados Unidos, y en el desarrollo de conflictos internos. El gobierno mexicano utilizó el reconocimiento de la Revolución cubana, y al gobierno emergente de dicho movimiento, para ganar legitimidad al interior, y es que así, el Estado se establecía como un centro mediador entre la izquierda y la derecha mexicana, sin embargo, con el correr de los años, este hecho resultó contraproducente para el gobierno, ya que la izquierda lanzó un movimiento con demandas de corte socialque lo hizo tambalear, mientras que la derecha, cuestionaba constantemente la actitud gubernamental frente a lo que ocurría, es así, como López Mateos finalmente intenta sacar el tema de Cuba de la agenda interna, y poco a poco empieza a expresar una posición más pragmática frente a la mismo.

Esta etapa de la historia mexicana, y en especial de la política exterior resulta interesante para conocer el margen de maniobra que México tenía frente a los intereses estadounidenses, así como para entender la estrecha relación que existe entre la política exterior y la política interna.


Bibliografía: Reyes, Mauricio. “Política interna y política exterior en México desde 1950 hasta 1964”, pp. 119-145, en Cabra, José, et al. Antología de Política exterior de México II, Ed. FCPyS- UNAM, México, 2006.


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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "La política exterior mexicana de Adolfo López Mateos: Entre lo doméstico y lo internacional" , en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 28 de febrero de 2011.