sábado, 30 de abril de 2011

La política exterior mexicana de 1960 a 1980: Que veinte años no es nada...

Para Olga Pellicer, la política exterior de México se rigió por ciertos principios comunes para todos los gobiernos, aunque si bien, hubo algunos cambios de sexenio a sexenio, no significaron un viraje total, sino sólo leves modificaciones, que incluso serían corregidas por el presidente sucesor.


Uno de los puntos nodales en la política exterior de México siempre ha sido la relación que ésta guarda con la política interna, razón por la cual, muchas de las estrategias que se siguen en sus relaciones con el exterior, resultan respuestas a problemas internos, o a intentos de legitimar al gobierno en turno, como es el caso del apoyo, al menos discursivo, a las revoluciones en otros países, sobre todo, de Estados latinoamericanos, ya que esto le permitía defender los preceptos de la Revolución mexicana al interior, así como profundizar el discurso nacionalista y revolucionario que enarbolaba la clase política mexicana. Como ejemplos se puede citar la amistad que el país le brindó a Cuba después de su movimiento revolucionario, aún en contra de las presiones internacionales, o la simpatía por los gobiernos de Salvador Allende en Chile, y de la Nicaragua Sandinista.





La diplomacia mexicana se ha caracterizado, a pesar de los diversos esfuerzos y actividades en ciertas áreas, por ser cautelosa, y un tanto pasiva, sobre todo si se toma como referencia el prestigio de la política exterior, el tamaño y población del país, así como la posesión de abundantes recursos naturales. Lo anterior se debe en parte, al cuidado que se le ha dado a la relación con los Estados Unidos, por lo que no se actúa en temas relevantes ante el temor de que se interfiera en los intereses estadounidenses, causando así malestar.


Para la década de 1970, el presidente Echeverría intentó romper con algunos tradiciones y temas tabúes en la forma en que se había estado desarrollando las relaciones con el exterior, ya que se buscó una mayor diversificación diplomática, un liderazgo real encabezando proyectos como la Carta de Derechos y Deberes Económicos de la Organización de las Naciones Unidas, así como un mayor acercamiento a los países del llamado Tercer Mundo.

Sin embargo, se suma a todo lo anterior, el hecho de que este intento no parecía funcionar ante la coyuntura internacional, en parte, por la falta de legitimidad que tenía la clase política nacional, y lo poco creíble que empezaba a resultar la ideología revolucionaria en el discurso presidencial, así como en la política exterior.


Con la entrada de López Portillo al poder el 1976, el cambio se hace más evidente, ya que se dio un nuevo viraje a la política que el país mantenía hacia el exterior, sobre todo ante la presión que los Estados Unidos y algunas empresas paraestatales ejercieron en México debido a su apoyo a países subdesarrollados, esto coincidió con otro hecho importante: el descubrimiento de vastas reservas petroleras, que obligaron al país a modificar su rol en el escenario internacional, buscando alianzas con otros Estados productores de petróleo.

En el multilateralismo, México se pronunciaría por la discusión de temas energéticos, mientras en lo bilateral (con Estados Unidos) se ocuparía a los hidrocarburos como carta de negociación.


Carlos Gardel afirma en su tango "Volver", que "veinte años no es nada...", lo que quizá sea cierto para los viajeros que regresan a su primer amor, pero para los Estados y su política exterior, no es igual de aplicable.



Bibliografía: Pellicer de Brody, Olga. “Veinte años de política exterior mexicana: 1960-1980”, pp. 185-195, en Cabra, José, et al. Antología de Política exterior de México II, Ed. FCPyS- UNAM, México, 2006.


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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "La política exterior mexicana de 1960 a 1980: Que veinte años no es nada..." , en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 30 de abril de 2011.