viernes, 18 de abril de 2008

Reforma energética en México: la muerte de los dogmas

“Un verdadero liberal se distingue no tanto por lo que defiende sino por el talante con que lo defiende: la tolerancia antidogmática, la búsqueda del consenso, el diálogo como esencia democrática”
Bertrand Arthur William

En los días recientes al interior de México la situación política y social se ha visto sacudida por diversas convulsiones, todas ellas en torno a la mal llamada reforma energética (en su defecto es una reforma petrolera, o peor aún, a PEMEX, pero no energética, ya que no contempla otra fuentes de energía, ¡lamentablemente!).

El Frente Amplio Progresista (FAP), integrado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Convergencia (PC) tomó la tribuna en el Congreso de la Unión para evitar que se aprobará dicha iniciativa enviada por el ejecutivo nacional (Felipe Calderón), el pretexto dado: se toma la tribuna porque se prevé un albazo legislativo, es decir, la aprobación inmediata y sin discusión a la reforma. Lo lamentable, es que el pretexto no es legítimo en su propia esencia, construir acciones con base en suposiciones no es siempre lo más adecuado, haciendo una analogía indimensionada pero no por ello irreal: ¿qué acaso no se ocupó como pretexto para invadir a Irak el hecho de que se suponía un ataque a Estados Unidos?.

La opinión pública está en su mayoría contra la toma de la tribuna, según lo expresan las diversas encuestas, y es que los métodos de censurar una plataforma de discusión no deberían ser un elemento presente en las democracias, es quizá por ello que la actuación del Frente Amplio Progresista no ha sido bien recibida por la sociedad. Sería mucho más legítimo esperar a que la reforma avanzará en el Congreso, y esperar a que se comprobará la intención del Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Institucional (PRI) para lograr un albazo legislativo, para justificar de forma más efectiva la toma de la tribuna. En vez de eso, el FAP paraliza la reforma y convoca a un debate nacional, que hasta la fecha no a ocurrido, y que no parece ocurrirá.

Una de las opciones que algunos políticos y analistas han planteado para incluir a la sociedad en la discusión es convocar a un referéndum o quizá a un plebiscito, que no esta contemplado aún en la legislación federal, y del cual no se tiene una experiencia previa. El problema de fondo es muy grande: ¿Cómo se puede plantear el tema a la población?, que tipo de preguntas se harían si se ha reducido la discusión a la dicotomía privatizar o no, ya me imaginó la interrogación central –¿Se debe privatizar PEMEX o permanecer como una empresa paraestatal?- como si esta fuera la solución. En Europa, cuando se convoca a un referéndum, existen debates previos, la sociedad participa activamente y se populariza el análisis del tema, más no ocurre como ha pasado en la Ciudad de México, donde se llevó a cabo un plebiscito con el objetivo de atender temas locales, en el cual las preguntas o eran muy técnicas, o carecían de un mayor argumento además del hecho de que no hubo una discusión social previa (por ejemplo, se preguntó si todos debían circular los sábados, pero de que sirve decir si o no, si no hay una sustentación de la interrogante, no circular pero ¿a costa de una mejora en el sistema de transporte público?, porque se pregunta por dónde debe pasar el la línea del Metrobús, cada quien lo dirá de acuerdo a su conveniencia, más no en un análisis de por donde es más viable y eficaz que pase), en cima de ello, se ocupan los resultados para tomar decisiones políticas en muchos casos. Si el plebiscito nacional sería parecido lo mejor será olvidarlo, ya que la mayoría de la población desconocemos los aspectos más técnicos de la reforma, o peor aún, sobre el tema en general. Ahora, esto no quiere decir que por ello la sociedad no deba participar, tenemos que hacerlo, pero para esto están nuestros legisladores, exijamos que nos representen, que verdaderamente reflejen en la tribuna lo que queremos, y no lo que convenga a sus intereses partidarios, busquemos canales más efectivos, y no permanezcamos enfrascados en el juego de las fuerzas políticas.

No quisiera entrar en el debate de si la propuesta del ejecutivo es la más viable o no, y cuales son sus principales carencias, ya que aún se desconocen muchos detalles de lo planteado, y carezco de la información y los elementos precisos para analizarla, pero me gustaría cuestionar los dogmas en torno a esta reforma:

-Una cuestión shakespeariana, Privatizar o no privatizar Petróleos Mexicanos, he ahí el dilema: Considero que reducir el debate a esta cuestión resulta absurdo, por el hecho de que no se plantea en la reforma el hecho de privatizarla, y si bien se dice por parte de la oposición que es el camino a la privatización, no podemos orientar la toma de decisiones con base en sólo esta dicotomía.

-Sentimiento y no argumentos: Si se le pregunta a cualquier mexicano si quiere que Petróleos Mexicanos (PEMEX) se privatice, estoy seguro que la mayoría contestará que no, pero si continuamos interrogando, y preguntamos ¿porqué?, lo más seguro es que se diga que se dañaría la soberanía nacional, o que el país se vendería, pero en el fondo, esto parece más un sentimiento que un argumento, contestamos por inercia, y es que parte del viejo y aún vigente discurso del PRI se limitaba a afirmar que mantener ciertas empresas en control del Estado era asegurar la independencia nacional.

-El Desarrollo de México se condiciona a la no privatización: Se dice en el argot político que mantener a PEMEX como una paraestatal asegura una mejor calidad de vida a los mexicanos y mantiene virginal la soberanía nacional, pero ¿qué no es posible ser soberano y otorgar a los nacionales un mejor país si se sigue una clara estrategia, aunque esto implique privatizar a Petróleos Mexicanos?, la no privatización no conduce irremediablemente al desarrollo, pero tampoco esto implica que la privatización lo haga, es la manera en como respondemos a la coyuntura y adecuamos nuestras herramientas como una solución a las necesidades y problemas que tenemos lo que nos llevará a construir un país más fuerte. Creo que si se les preguntará a los mexicanos si estarían dispuestos a privatizar PEMEX a cambio de obtener un mejor nivel de vida y de garantizar la soberanía nacional la mayoría contestaría que si.

Considero que PEMEX no debe ser privatizado, en parte porque es un sector estratégico, pero esto no implica que por eso debemos reducir el debate sobre la reforma en este tema, es mejor preguntarnos: privatizar PEMEX ¿para qué?, mantenerlo como una paraestatal ¿para qué?, permitir la inversión privada o sólo hacer cambios en su administración ¿para qué?, ¿qué buscamos con esta reforma y qué proyecto de país queremos?, basta ya de dogmas y de frases prefabricadas e irrebatibles como hasta ahora lo ha hecho la clase política.
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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "Reforma energética en México: la muerte de los dogmas", en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 18 de abril de 2008.

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