“Nos hemos resuelto a [...] organizar así a las naciones que aman la paz para que, mediante unidad de deseo, unidad de voluntad y unidad de fuerza, puedan estar en la posición de garantizar que ni siquiera comience a surgir otro agresor o conquistador. Por eso, desde el mismo comienzo de la guerra, y en armonía con nuestros planes militares, hemos empezado a colocar los cimientos de la organización general para mantener la paz y la seguridad”.
Franklin Roosevelt
En la actual coyuntura económica, la crisis financiera que desembocó en económica, y también el contexto bélico, si consideramos la invasión a Irak y Afganistán como su eje claro, nos arroja una pregunta clara al escenario de las relaciones internacionales: ¿cómo es posible mantener altos gastos en la industria militar en el marco de una crisis económica?, lo cual nos hacer cuestionar la lógica que existe entre el gasto presupuestario de un Estado en plena crisis, con la reducción a ciertas áreas clave, y la relación que guarda con las prioridades nacionales.
Si bien, resulta irónico que el gasto militar de los Estados Unidos continúe siendo tan elevado a pesar de la crisis económica por la que ahora estamos atravesando, es igual de cierto, que el gasto militar puede ser uno de los sectores que más resulten afectados, sobre todo, porque han disfrutado de un aumento constante en su presupuesto en los últimos años, mismo que ya no puede ser mantenido por la existencia de números rojos en la cuentas nacionales.
Para algunos analistas financieros, los elevados gastos militares, aún cuando no han sido la causa directa de la crisis, han estado estrechamente relacionados, ya que le han impedido al gobierno atender ciertas áreas vitales para el funcionamiento de su economía, y han desgasto o redirigido el gasto público a otros sectores.
Uno de los puntos que debemos considerar es que este contradictorio ciclo entre la permanencia de los gastos militares, y la crisis económica, nos muestra el poderío del complejo militar-industrial, que a diferencia de otros países, se ha consolidado más como un negocio corporativo que como el brazo armado de la seguridad nacional. Los gastos militares no son vistos como un lastre al presupuesto nacional, por la simple razón, de que actúan como una inversión, que al recibir elevados ingresos, está en condiciones de dinamizar la economía, e incluso, en caso de una guerra, podría coadyuvar a la apertura de nichos de oportunidades para las empresas estadounidenses en el mundo, como las corporaciones petroleras en Irak.
Los déficits en la cuenta corriente del país, y lo cruda de la crisis económica, no han funcionado, cuando menos aún, como paliativo al monto que se le destina a la industria militar, y es que dicha industria ha sido concebida como un motor de la investigación, de la inversión, pero sobre todo, como una herramienta que legitime el poder político de los Estados Unidos en el mundo.
El complejo militar industrial estadounidense pareciera tener vida propia, al grado tal, que sus intereses, son también considerados parte del interés nacional, de allí que intentar concebir el sector militar como un elemento aislado del Estado, y de su economía, resultaría tan obsoleto como pensar que la industria militar ha dejado de ser un negocio.
Fuente: Stockholm International Peace Research Institute 2009
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