"Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Si dos están de acuerdo, es por un malentendido".
Jean-Paul Sartre
Jean-Paul Sartre
A lo largo de la historia, y con mayor ahínco en los últimos años, los Estados han tratado de construir una Unión de Naciones en su interior, pero lejos de ello, han formado, quizá de manera inconsciente, una Nación Homogénea, en la que la unicidad sea la única reinante, en vez del respeto a la diversidad.
Debemos estar conscientes que la mejor manera de analizar nuestro entorno, no es través de las cristalizadas formas del Estado y Nación, sino desde el concepto de Sociedad, que en vez de ser entendida como una simple suma aritmética de individuos, o atómos, como los llama Graciela Arroyo, debe ser abordada como el producto de la interacción de tales individuos, se decir, desde una perspectiva que sobresalte la interrelación más que la existencia de pares, de allí que la continuidad histórica no sea una común sucesión lineal del tiempo, sino una alternancia de generaciones, en el que se estudia la manera en que las relaciones al interior de las sociedades y entre las sociedades se han venido desarrollando a lo largo de nuestra evolución.
Basada en las teorías de Arnold Toynbee, Arroyo nos sumerge en la explicación de la convergencia de tres planos, a saber, el económico, el político y el cultural, que actúan entre sí, aunque con cierto patrón asimétrico, ya que cada plano ha logrado superponerse a los otros en distintos tiempos. Cada sociedad cuenta entonces con sus propios tres planos, los cuales son irrepetibles, ya que los símbolos y relaciones en cada comunidad nunca han sido iguales en otras regiones ni tiempos.
Sin embargo, desde el siglo XV, Europa, que se consideraba a si mismo el centro del mundo y el modelo a seguir, ha buscado imponer sus propias visiones políticas y económicas al resto de las sociedades, de allí que se haya llegado a considerar que no existían más planos y realidades que las que brotaban de Europa. Si bien esta historia pareciera ser exclusivamente europea ha logrado pasar por las fisuras del pensamiento dominante a las Relaciones Internacionales, como cáncer que aún enferma al heredero, en palabras del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona.
Los planos culturales jamás han podido destruirse entre sí, razón por la cual el plano cultural europeo, y ahora también el estadounidense, no han podido imponerse y eliminar a las culturas y formas de vida de otras sociedades, lo que nos lleva a encontrar muestras de resistencia cultural, avivada como fuego tras el intento homogenizador del proceso de globalización totalitaria.
Estos temas nos obligan a reabrir el debate de las teorías, modelos y paradigmas en las Relaciones Internacionales, en el cual no debe buscar explicar la realidad internacional desde categorías generalizantes y excluyentes, ya que gran parte de ella es producto de realidades históricas y culturales únicas, imposibles de ser encasilladas en una camisa de fuerza analítica.
Las Relaciones Internacionales deben incorporar la diversidad cultural como una nueva herramienta de análisis, no para ser impuesta como un nuevo paradigma, sino como un medio para probar que los existentes paradigmas han estado equivocados y que por lo tanto, estamos marginando la otra mitad de la realidad que nos rodea, otorgando resultados que nos llevan a políticas poco adecuadas para las multiples percepciones y a atrasadas formas de desarrollo en las relaciones internacionales.
Bibliografía:
- Arroyo Pichardo, Graciela. “La diversidad cultural: viejo/nuevo paradigma para el estudio de las relaciones internacionales”, en Cid Capetillo, Ileana. Diversidad cultural, economía y política en el mundo global, México, FCPyS, 2001, pp. 21-26.
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Como citar el artículo: Herrera, Héctor. "La diversidad cultural en las Relaciones Internacionales" , en "El águila, el jaguar y la serpiente", http://nohoch-balam.blogspot.com/. 08 de abril de 2012.
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